sábado, 27 de abril de 2013

ARTÍCULO. PARENTALIDAD POSITIVA: LA ESCUCHA ACTIVA


Sobre el efecto Pigmalión y la escucha activa

Esta entrada ha sido escrita por Alba García Barrera, Profesora del área de educación del Departamento de Psicología de la Universidad a Distancia de Madrid (UDIMA).
Uno de los 10 consejos que se nos ofrecen desde el manual de buenas prácticas creado por Save the Children en relación a la parentalidad positiva y el buen trato, es la escucha activa.
Cuando nuestros hijos vuelven del colegio a menudo traen consigo una infinidad de anécdotas que les han sucedido a lo largo del día, y que a veces nos transmiten a través de una incesante verborrea que nos conduce a desconectar mentalmente de lo que nos están contando. Otros niños hacen justo lo contrario: no nos cuentan nada de lo que han hecho en clase o en el recreo, y si les preguntamos incluso afirman no acordarse.
Ese momento de reunión, en el significado más puro de la palabra (volver a unirse), es una magnífica ocasión para establecer lazos afectivos con nuestros hijos. No podemos desaprovechar su momento de protagonismo, de que nos cuenten lo que han hecho, lo que han aprendido, con quién han estado, a qué han jugado… Necesitamos escucharles y que se sientan escuchados. No debemos preguntarles y desconectar, o preguntarles y rendirnos sin una respuesta. Hay que fomentar el diálogo más sincero entre padres e hijos, la comprensión y la confianza mutua. Y eso sólo se logra mediante la escucha activa, la búsqueda del efecto espejo. Escuchar lo que nos cuentan y comprobar que hemos comprendido adecuadamente lo que nos quieren transmitir a través de la reformulación de lo que nos están planteando. Expresarlo con nuestras propias palabras o preguntarle por los puntos importantes que nos ha relatado, de modo que pueda comprobar que realmente le estamos escuchando.
Dicho diálogo diario genera una dinámica especialmente importante en la relación familiar. Promueve que nuestros hijos sientan la suficiente confianza para transmitirnos sus problemas, para contarnos sus preocupaciones, sus temores, sus sueños, sus anhelos… Y llegada la adolescencia, se convertirá en una gran herramienta que jugará a nuestro favor.
Cualquier crítica es mejor aceptada si viene de quienes nos escuchan y comprenden, de quienes están a nuestro lado tanto en lo bueno como en lo malo, de quienes también saben ver en nosotros lo positivo. Elogiar es igual de importante que regañar o castigar a nuestros hijos. Los límites entre lo aceptable y lo inaceptable se forman conociendo ambos. Si sólo reprendemos a nuestros hijos y no premiamos o reforzamos también sus conductas adecuadas, no sabrán cuándo están actuando bien, llegando a pensar que todo lo hace mal e incluso volviéndose insensibles a los castigos.
Aquí entraría en juego el denominado efecto Pigmalión negativo. Cuando lo único que le transmitimos a nuestros hijos son expectativas negativas acerca de lo que esperamos que pueden hacer, estamos consiguiendo que disminuya su autoestima, su autoconcepto y su autoeficacia. Su capacidad autopercibida será más pobre y sus expectativas de resultado se volverán más escasas. Sentirá que no es capaz de hacer la tarea que se le proponga, negándose incluso a intentar llevarla a cabo. Lo mismo sucede cuando se enfrenta a un problema y, al solicitar nuestra ayuda, se la ofrecemos sin más, sin comprobar si lo ha intentado y de qué forma, sin invitarle a volver a intentarlo con nuestro apoyo. Acto que además genera unos altos niveles de dependencia en los niños. Debemos buscar su autonomía, el desarrollo de sus habilidades y su potencial individual. En ningún caso debemos etiquetarles, quedarnos con la visión de que son malos, revoltosos, tímidos, mentirosos… Y, sobre todo, no transmitírselo en nuestra comunicación con ellos. Porque tal y como les veamos, es tal y como conseguiremos que sean y se comporten.
Papás y mamás, abuelitos y abuelitas, titos y titas. Es importantísimo que aprendamos a ver todo lo bueno que tienen nuestros hijos, todo lo que son capaces de llegar a hacer. Necesitamos escucharles y aprender de ellos. No somos sólo nosotros los que debemos enseñarles.

Fuente:http://blogs.savethechildren.es/

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